El problema de no hacer backups

Atención a la nota que vi colgada ayer en una pequeña sala con máquinas de café de la Biblioteca de Humanidades de la UAB:

En primer lugar, me gustaría que si alguien lee este post y conoce a la autora de la sustracción, le haga llegar la súplica desesperada de la propietaria del disco duro y lo demás...

Lo que me parece increíble es que no tenga una copia de lo que ella misma califica de asunto de "vida o muerte".

Recuerdo una época hace mucho, mucho tiempo, cuando empezaron a exigirnos que entregáramos las prácticas realizadas por ordenador (y no escritas a máquina de escribir)... No tenía ordenador, así que debía utilizar los ordenadores de la sala de informática para hacer los trabajos en Wordperfect... Para guardar los documentos, utilizábamos diskettes, también llamados floppys.

Dentro de los diskettes había un disco magnético que almacenaba la increíble cantidad de 1.44Mb. La verdad es que entonces era mas que suficiente para guardar las prácticas.

El principal problema de los diskettes -debido a su naturaleza magnética- era la interacción con los arcos de seguridad de la biblioteca, que hacían que antes o después, se borrara su contenido. Generalmente no era un borrado completo, sino más bien un borrado leydemurphiano: se borraba el documento de la práctica justo el día que ibas a entregarla...

Como era una cosa muy común, empezamos a buscar métodos alternativos y más seguros a los diskettes.

El primer método que empecé a utilizar de forma habitual era enviarme a mí mismo el documento adjuntado vía mail. En primer lugar, me permitía tener versiones antiguas de los documentos, por si algún día pasaba alguna cosa horrible. Como no tenía ordenador en casa, sólo podía realizar las prácticas en la uni... Pero allí también podía acceder al correo... Así que era la solución ideal.

La cuenta de correo de la universidad sólo ofrecía -y sigue ofreciendo- únicamente 20MB de capacidad. Eso son más de 14 diskettes de capacidad!! Entonces, insisto, era mucho. (Hoy es vergonzoso).

Después, vinieron los primeros pinchos USB. Recuerdo que empecé utilizando tarjetas de memoria CF viejas para llevar documentos pa'rriba y pa'bajo... 16MB, después 32Mb... No recuerdo cuándo tuve mi primer pendrive ni la capacidad que tenía...

El caso es que, una vez que las memorias USB empezaron a convertirse en algo común, surgió un problema: aunque los pendrives son increiblemente fiables, cada vez los hacen más pequeños... Así que mucha gente los acababa perdiendo, o dejándoselos olvidados pinchados en algún ordenador... Como las capacidades han aumentado sin parar, la pérdida de uno de estos cacharros supone quedarse sin un buen "pellizco" de nuestra vida digital.

En general, el contenido del pendrive es un batiburrillo de cosas que hemos descargado de internet, cosas que hemos copiado para llevarlas de un ordenador a otro, documentos profesionales y/o personales, programas portables...

El problema es que el auge de los pendrives -debido al aumento constante de capacidad unido al contínuo descenso de su precio- coincidió con el hecho de que cada vez más y más gente utilizaba varios ordenadores para hacer las cosas. En casa no es extraño tener un portátil y un equipo de sobremesa, por ejemplo... Además, tenemos el ordenador del trabajo y/o el de la universidad...

Al principio uno va copiando los documentos del pendrive al disco del ordenador, del ordenador de vuelta al pendrive, etc... Pero antes o después, te lías, no recuerdas si la versión del pendrive o la del disco es la última, no actualizas el pendrive antes de marcharte... Al final acabas teniendo como mil millones de veces el mismo documento y no sabes nunca cuál es el "bueno"...

Así que, de forma inevitable, uno se acostumbra a trabajar directamente sobre el pendrive (o el disco duro externo). Pero eso, al final, significa que sólo existe una única copia de todo lo que contiene el disco.

Y eso, como pone de manifiesto la nota, eso es malo.

Puedes perder el pendrive, el disco puede fallar... Windows puede decidir que el dispositivo no tiene formato, puedes cargarte el conector USB (especialmente si utilizas el portátil sobre las piernas, en un sofá por ejemplo)...

Si has invertido ocho años de tu vida en recoger datos, en preparar el material para una tesis...¿nunca, en ningún momento has hecho una copia de esos datos en otro sitio? ¿Porqué?

Aunque desconozco la cantidad de material contenida en esos discos, me entrañaría que fueran más que unos pocos gigas, como máximo. Quizás, si había fotos o gráficas, el tamaño pueda aumentar mucho más...

El caso es que, precisamente, debido a su importancia, me resulta sorprendente que no se haya hecho una copia de seguridad.

Quizás es que yo aprendí la lección pronto con los diskettes y las prisas de última hora para rehacer las prácticas, pero desde entonces cada vez he buscado sistemas más sencillos y seguros para duplicar el material que tengo que llevar de un lado para otro.

Creo que a estas alturas no sorprenderá a nadie que esté utilizando Dropbox. Desde que probé el servicio, se ha convertido en una parte imprescindible de mi trabajo habitual. Cada vez que me siento tentado de comprar un pendrive, me doy cuenta de que nunca llegué a necesitar más de los 2Gb que tiene el pincho de más capacidad que tengo... Y es que, desde que utilizo Dropbox, tengo los uesebés en un cajón muertos de risa.

Si trabajo desde el ordenador del despacho de casa, sé que cuando abra el otro portátil, mis documentos -exactamente la misma versión de todos los documentos- estará ahí: disponible. Actualizada. Puedo seguir trabajando en el tren o en el autobús mientras voy de un sitio a otro, aunque no tenga conexión; la conexión sólo la necesito para sincronizar... O si estoy en la universidad, puedo utilizar un ordenador cualquiera para seguir trabajando: descargo los programas que necesito (que tienen versión portable), descargo los documentos en los que esté trabajando desde el interfaz web de Dropbox y cuando acabo, lo subo de nuevo desde el navegador. Cuando llegue a casa, mis documentos se sincronizarán en cuanto encienda el ordenador...

La cuenta gratuita de Dropbox ofrece 2Gb de espacio. Gratis. Además, la gente de Dropbox regala ampliaciones de espacio de forma más o menos frecuente... Por ejemplo, nada más darte de alta, puedes obtener 250Mb adicionales con sólo pulsar sobre el enlace de "Getting started"... En mi caso, con la cuenta gratuita, he alcanzado los 4.5Gb (que es más del doble de la capacidad inicial). Aunque cada vez tiendo a guardar más y más cosas en Dropbox, sólo estoy utilizando un 8% del espacio que tengo asignado... Tengo los apuntes de la universidad, libros en formato electrónico, fotos... Eso incluye, por ejemplo, los fondos de pantalla de Windows (que así están sincronizados entre todos mis ordenadores...) Tengo todo lo que necesito y aún así no llego a los 370Mb (menos del 20% de la capacidad de una cuenta gratuita recién abierta)

Existen otros servicios como Dropbox, ofreciendo más o menos almacenamiento, con opciones de sincronización con la nube y/o con otros ordenadores... Además, tenemos los servicios de discos duros virtuales "puros". Hace poco me enteré de la existencia de Adrive, por ejemplo, que ofrece 50Gb de almacenamiento online gratis!

Pero es que no hace falta ser un gurú de internet para disponer de un disco duro online; y menos desde que Hotmail anunció SkyDrive (25Gb) y compatibilidad para editar documentos de Office directamente en el navegador.

Por mucho que le de vueltas no entiendo cómo es posible poner todos los huevos en la misma canasta, como dice el refranero español.

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